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¿Cómo ayuda la fisioterapia al tratamiento de la COVID-19?
Hace casi dos años, las autoridades chinas notificaron a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la existencia de un brote de neumonía, clasificado posteriormente como COVID-19, originado por el virus SARS-CoV-2. En enero de 2020, la OMS mostró su preocupación internacional como una emergencia de salud pública y, en marzo de 2020, se clasificó como pandemia de COVID-19. Sabemos que este virus es altamente contagioso y que se transmite de persona a persona entre 2 y 10 días antes de que aparezcan los síntomas, a través de las secreciones respiratorias de la persona infectada.
En este tiempo, siguen estudiando la enfermedad, investigan las vacunas y los protocolos de tratamiento, y aún hay más por saber.
La enfermedad se manifiesta de diferentes maneras en cada persona, algunas son asintomáticas, la mayoría tienen sintomatología respiratoria leve o moderada, otras padecen enfermedad grave y aparecen con disnea, baja saturación de oxígeno y un infiltrado pulmonar y las menos son pacientes críticos, con problemas respiratorios, sepsis o disfunción de algunos órganos.
Para algunos que tuvieron síntomas leves, han tardado un tiempo en sentirse realmente bien. En caso de síntomas graves, el enfermo puede permanecer tumbado en la cama o hospitalizado durante unas semanas mientras se recupera. La rehabilitación del daño causado por la enfermedad se agrava a menudo por las consecuencias de una inactividad prolongada.
La debilidad, el cansancio, el dolor, la rigidez de las articulaciones y la pérdida de estado físico están entre los problemas más frecuentes que sufrimos con las personas tras la COVID-19.
Estos síntomas pueden mejorarse mediante un plan de tratamiento en fisioterapia, centrado en la recuperación integral y adaptado a las necesidades de cada persona.
Para mejorar la función pulmonar, la fisioterapia respiratoria ayuda a movilizar y eliminar las secreciones, así como a mejorar la disnea, la capacidad pulmonar y la tolerancia al ejercicio. Se trabaja con técnicas manuales específicas, ejercicios de respiración y pequeños aparatos para entrenar la musculatura respiratoria y la movilidad de la caja de tórax. Todas son muy eficaces, sin efectos secundarios y perfectamente compatibles con el tratamiento médico.
Para mejorar la condición física es importante la movilización precoz, tanto en pacientes encamados como en no encamados. Un buen avance de la movilidad evitará la atrofia muscular, la rigidez articular, la fatiga y el dolor muscular. Además, se evitarán complicaciones vasculares y neurológicas, entre otras.